Los incendios son una de las principales causas de la destrucción de los bosques andinos, en su mayoría ocasionados por causas humanas. La quema de los bosques y praderas naturales está ligada a los cambios en el uso del suelo, presiones sobre el bosque para ampliar la frontera la ganadera y la agrícola, la extracción de madera para leña y carbón, las quemas para promover el rebrote de pastos y plantaciones forestales con especies exóticas.
Desde el Programa Bosques Andinos, se ha venido trabajando en la región andina uniendo esfuerzos con las comunidades, organizaciones e instituciones locales para generar un protocolos de prevención y control de incendios de manera organizada a través de: i) Mecanismos de difusión y sensibilización dirigidos a las comunidades, escuelas y universidades; ii) Programas de capacitación y organización de la comunidad y los gobiernos locales para generar control, prevención, reglamentación y protocolos para actuar en caso de un incendio; y iii) Generación de comités y brigadas de control de incendios en la comunidad con el equipamiento y protocolos adecuados.
Estas experiencias y acciones pueden ser escalables a otros países y comunidades de la región para una adecuada gestión participativa en la prevención y control de incendios forestales. En este sentido, se desarrolló el 28 de setiembre, el webinar «Prevención, manejo y combate de los incendios forestales en paisajes de bosques andinos«, donde se pudieron compartir las diferentes experiencias y lecciones aprendidas en la región.
Compartimos el resumen del evento, elaborado por la especialista Natalia Ruiz-Guevara, que sintetiza las principales ideas del evento.
Resumen
Por Natalia Ruiz-Guevara, Helvetas Perú
Los incendios forestales son una amenaza presente y creciente. Los países del sur vienen siendo los más afectados en términos de gravedad e impactos. Y para los bosques andinos, se han convertido en una amenaza importante, sobre todo considerando su condición fragmentada y su distribución en relictos.
El uso de fuego no es algo nuevo. Se dice que es una práctica casi ancestral, aunque hoy Lucía Carhuapoma nos ha recordado que no solo es cuestión de costumbres, sino también de necesidad, y la pandemia no lo ha detenido. Sin embargo, hoy estamos ante un contexto cambiante, que nos obliga a replantear nuestras prácticas.
Hoy Oswaldo Maillard nos ha mostrado como estas tendencias no son recientes, sino que vienen desde hace más de una década en toda la región Suramericana. Hemos visto, por ejemplo, la relación con las temporadas de sequías y como hay áreas que, año tras, año sufren incendios catastróficos.
La relación entre clima e incendios es evidente, pero recordemos, también, que ese contexto cambiante no se trata solo de clima, sino de nuestros nuevos patrones de uso de suelo, ocupación y distribución del territorio.
Recordemos que son las personas quienes literalmente prenden la mecha. Así como el contexto cambia y la severidad de los incendios aumenta, nuestra capacidad de respuesta debe ser también proporcional.
¿Qué podemos hacer?
Para empezar, entender la gravedad de la situación. El fuego no distingue usos de suelo, no distingue propiedades ni fronteras. Arrasa con campos de cultivo, bosques, áreas protegidas, fauna, infraestructura e, inclusive, el hogar de las personas. Y como lo ha mostrado Jorge Saavedra, esto requiere una profunda comprensión, de las causas y distribución del riesgo, de la naturaleza y comportamiento del fuego, dentro de lo cual el componente social es tan importante como el económico y ambiental.
La prevención sigue siendo la mejor manera de luchar contra los incendios. Monitorear el clima y el propio fuego es ahora más importante que nunca para prevenir, por razones obvias. El uso de la tecnología es ahora más indispensable que nunca. Su operación debe trascender a la comunidad científica e involucrar a la ciudadanía. Esto es fundamental y posible, gracias a las nuevas aplicaciones digitales que la era de la virtualidad nos está trayendo.
El involucramiento de las autoridades locales permite la respuesta temprana, la sensibilización y la organización de la población. La gobernanza local y territorial brinda también una función clave para fijar las reglas de juego, como las prohibiciones y sanciones; pero también, para organizar y gestar iniciativas de prevención y mitigación. Idear acciones adecuadas a cada contexto es sumamente necesario para motivar a decisores, y traer el tema como prioritario en las agendas de trabajo territoriales.
Los grupos de la sociedad civil y no civil, como en el caso de la comunidad de Kiuñalla, las fuerzas militares, como vimos en Bolivia, y en especial los grupos de bomberos voluntarios, hombres y mujeres, vienen cumpliendo un rol heroico. Hablar del componente humano, nos lleva indefectiblemente a señalar la importancia de brindarles condiciones. El reconocimiento de su trabajo con remuneraciones justas y condiciones laborales apropiadas es aún poco frecuente en nuestros países. La formación de capacidades, la difusión de información; así como, la dotación de equipos y herramientas apropiadas es indispensable, no solo para una mitigación y prevención efectiva; sino para garantizar la seguridad y salud, más aún en las difíciles condiciones geográficas en las que sabemos que se tienen q enfrentar. Augusto Ramírez nos ha recordado que los incendios, lamentablemente, han cobrado muchísimas vidas humanas.
Pero todo lo que hemos señalado requiere recursos, y mientras más gravedad y frecuencia de los incendios, más recursos se requieren. Ello nos lleva a hablar de política que no solo sea consciente, sino congruente con la situación. Oswaldo hoy ha hecho una invocación a que los lineamientos que las autoridades brindan a la población para el manejo de la tierra y de los recursos naturales se basen en esta información científica actualizada y realista, con medidas que desincentiven la quema y los incendios.
Otro tema del que hemos hablado, coincide con los dos intercambios que hemos tenido antes: incentivos, la importancia de idear incentivos que comprendan las necesidades de la población y cierren brechas que al mismo tiempo promuevan la adopción e practicas
Las plataformas y herramientas digitales, como las que nos han mostrado hoy en Bolivia, Perú y Chile, nos han permitido dar un salto tecnológico para contar con información en tiempo real o casi real, que nos permita tomar acción inmediata. También nos permite procesar información histórica, predecir los incendios futuros, realizar el contraste con otra información relevante como infraestructura y servicios, conectarlo a pronósticos climáticos, articular la acción interinstitucional y también, para evaluar la efectividad de las acciones tomadas.
El rol de las autoridades nacionales es fundamental, para escalar las experiencias vividas en la escala local y territorial y también para mirar el panorama en una mayor dimensión. Para asegurar el alineamiento de políticas y herramientas entre las distintas autoridades de escala subnacional y también, por ejemplo, promover la formación de capacidades constante. Pero sobre todo, para revestir de formalidad la toma de acción, por ejemplo, en la organización de las evacuaciones, en la convocatoria a la acción de las distintas instituciones que comparten espacios y coordinan roles en la atención a estos desastres, y prevención de riesgos.
Finalmente, vemos que nuestros bosques, nuestros ecosistemas, se resisten a morir. Luchan por regenerarse y volver a nacer. Nosotros tenemos una deuda, le debemos esa reparación. Distintos esfuerzos desde la sociedad civil y del gobierno intentan recuperar algo de lo perdido. Sin embargo, y tenemos que señalarlo, recuperar estas áreas es costoso, es difícil, es de muy largo plazo y nada nos garantizar que recuperaremos la misma biodiversidad y sus servicios ecosistémicos que ellos nos ofrecen. Prevenir siempre es la respuesta.